dimarts, 22 d’abril del 2014

El día que Rajoy y Rubalcaba hicieron “suya” la Constitución


Empecemos por el final del debate en el Congreso de los Diputados: Un rotundo no de 299 votos en contra (PP, PSOE, UPyD) a la propuesta del Parlament de Catalunya de celebrar una consulta el próximo 9 de noviembre acordada con el gobierno y el Estado Español; 47 (Izquierda Plural –IU, ICV-EUiA, CHA-, CiU, PNV, AMAIUR, ERC, BNG, Compromís, GBai) a favor, 1 abstención (CC). Era lo previsible, lo esperado, lo anunciado.
La respuesta de los partidos del Régimen puede resumirse así: 1) para  el PP: Renuncien a la consulta y propongan desde Catalunya una reforma de la Constitución a la cual también nos opondremos; 2) el PSOE: Renuncien a la Consulta y acójanse a nuestra propuesta de reforma federal de la Constitución, aunque no pueda llevarse a cabo por la negativa del PP. España es indisoluble y esto se acepta voluntariamente o por imposición.
Un conflicto democrático
Los tres parlamentarios designados por el Parlament de Catalunya, Turull (CiU), Rovira (ERC) y Herrera (ICV-EUiA) defendieron la Consulta como la respuesta a la movilización masiva, popular y transversal de la sociedad catalana fruto del rechazo del Tribunal Constitucional al Estatut de 2006 aprobado previamente en referéndum..
Hasta aquí las coincidencias, Turull hizo un relato democrático, Rovira deslizó su intervención hacia la independencia en un discurso más sentimental que político y Herrera situó el conflicto no en las identidades, sino en la política, en el agotamiento del Estado de las Autonomías y un Régimen incapaz de reconocerse como el Estado más plurinacional de Europa, incapaz de crear un marco de convivencia común y dar respuestas democráticas también a los conflictos sociales, como las Marchas por la dignidad del 22 de marzo.
El debate tubo todos los ingredientes de las “grandes ocasiones”. Un diputado de La Izquierda Plural me daba tres datos que lo ilustra: todos los ministros suspendieron su agenda y estaban presentes en el hemiciclo; la alta asistencia, pues en los plenarios suelen faltar de media entre 20 y 25 diputados, el día del debate sobre la Consulta solo faltaron 3 y lo más “relevante”, la “buena educación” de los diputados del PP, casi no salieron malas voces. El “no” había de ser contundente, pero sin insultos o recriminaciones malsonantes hacia los tres diputados del Parlamento catalán o hacia los grupos que se posicionaron favorablemente (y lo cierto es que apenas hubo).
El ambiente era de expectación. También por la reciente sentencia del Tribunal Constitucional en la que, si bien se volvía a negar que Catalunya sea una nación y su capacidad para celebrar un referéndum de autodeterminación, se dejaba a la negociación política una consulta sobre el llamado “derecho a decidir”. ¿Abriría el gobierno Rajoy alguna puerta, algún atisbo de negociación aunque fuera a futuro?
Ni Consulta, ni negociación, ni terceras vías
Tras el turno de los representantes del Parlament, subió al estrado Rajoy. Ni Consulta, ni negociación, ni terceras vías, ni mejora de la financiación. La primera media hora hizo de abogado del Estado “no se puede negociar lo que no está contemplado en la ley”, la siguiente hizo de registrador de la propiedad “España es de todos sus propietarios y como en una comunidad de propietarios, para cambiar las normas hace falta el acuerdo de todos”. Acabó negando todas las razones sobre las que se basaron los diputados del Parlament de Catalunya, pero sin entrar en ninguna de ellas, “son falsas porque se basan en aravios que no existen”.
No debatió, no argumentó, no dialogó. Rajoy no  tuvo ningún interés en responder alguno de los porqués que han llevado, en tan sólo cuatro años de apoyar el pacto que significaba el Estatut de Catalunya a que el 80% de la sociedad catalana apoye una Consulta sobre la relación entre Catalunya y España, vote lo que vote.
Tras recordar que una Catalunya independiente sería pasto de la siete plagas bíblicas: fuera de la UE, fuera del euro, de la ONU, de los mercados, del BCE… acabo con un estúpido: Yo amo Catalunya “más que ustedes”, que sonó tan hipócrita como el “yo hablo catalán en la intimidad” previo a los pactos Aznar-Pujol.
Su hoja de ruta sigue siendo, como le señaló Joan Herrera, el anticatalanismo que tan buenos resultados le ha dado siempre al nacionalismo español y que con tanto esmero utilizó el PP para recoger millones de firmas contra el Estatut, para posteriormente impugnarlo ante el Tribunal Constitucional.
Rajoy es un presidente de Gobierno que ha dimitido de la política. Las caras de perplejidad y decepción, sobre todo entre los diputados catalanes de CiU y del PSC que asistían al debate desde la tribuna de invitados del Congreso, era palpable. Para unos era un insulto que no hubiera ni insinuado que hay que llegar a algún tipo de acuerdo, como le reclamó Duran i Lleida en su turno: pactar para poder seguir pactando. Para el PSC el discurso de Rajoy deja sin aire a Rubalcaba y su propuesta de reforma de la Constitución. Sin el PP no hay reforma que valga.
El discurso del PP fue, en realidad, el inicio de la campaña electoral de las europeas. Hizo un discurso dirigido a su electorado y puso mucho cuidado en suturar las fugas hacia UPyD y Vox. Por eso el PP había adelantado el debate a primeros de abril, en vez de celebrarlo en junio, como estaba previsto. También aquí Joan Herrera supo leer mejor que Turull y Marta Rovira el debate. Al día siguiente el “dedazo” de Rajoy proclamaba a Cañete candidato, vía sms de Cospedal.
Bipartidismo monárquico: tanto monta, monta tanto
“Solo hay una soberanía, la del pueblo español en su conjunto”. En la Constitución no cabe expresar la voluntad popular de los catalanes, vascos, gallegos... para autodeterminarse. Rubalcaba y Rajoy transitaron por líneas paralelas con el mismo argumentario de fondo: la Constitución… es un muro infranqueable, excusa perfecta para negar la capacidad a la política de negociar, de dar soluciones, de poner en el centro la democracia y las leyes al servicio de la democracia y no ésta al servicio de las leyes.
Ese martes 8 de abril marca el fin de la transición española. Los partidos del Régimen se hicieron “suya” la Constitución, se la hicieron suya en “exclusiva”. Todos los demás que reclamamos el “derecho a decidir” debemos ser “anticonstitucionales”, unos fuera de la ley.
Que la Constitución deje al 70 u 80% de los catalanes fuera de ella parece no preocuparles y si eso deja a los socialistas catalanes fuera de catalanismo político, es un daño colateral. Que todas las mayorías del PSOE en España se hayan aposentado sobre la base de grandes resultados del PSC parece no importar a los socialistas españoles. (Tal vez, como pregona Felipe González o Almunia, el futuro está en los gobiernos de PP-PSOE o PSOE-PP, siguiendo el modelo alemán y así no depender del apoyo de CiU o PNV o, “peor aún”, de IU)
Votar es el problema
Rubalcaba dejó claro a Rajoy que puede contar con él para los asuntos de Estado. Y, desde luego, Catalunya es “el” asunto de Estado. No pudo dejar de aparecer como el muletilla de lujo del PP. Los propios diputados del PP lo jaleaban y reían sus puyas contra la consulta y los diputados del Parlament. 
Hay que reconocerle que sí puso argumentos políticos en defensa de su reforma de la Constitución, en la que tampoco tendría cabida el “Derecho a Decidir”. Para Rubalcaba el problema es precisamente ese: votar. Si Catalunya vota, sea lo sea que vote, daría igual que “no fuera jurídicamente vinculante” –tal como consta en la propuesta del Parlament de Catalunya-, no puede aceptarse ni siquiera para conocer la voluntad mayoritaria, puesto que sí sería “políticamente vinculante”. Y si se vota una vez, se puede votar más veces y en otros sitios.
Por otra parte su propuesta de “diálogo” en forma de reforma constitucional federal: Senado, rechazo a la invasión competencial, reconocimiento de “la singularidad catalana”… sonó antigua, a los años 90, no responde a lo que se exige desde Catalunya: que se la reconozca como la nación que es y que libremente decida su relación o no con España.
Un acuerdo entre las élites
La salida al conflicto para el PSOE, el escenario de acuerdo, sería un pacto entre las élites políticas –se supone que con el visto bueno de las élites económicas- y ese, y sólo ese acuerdo, podría ser sometido a consulta. Se trata de que no sea la ciudadanía la que vote sobre la relación con España, pues si se vota debería negociarse sobre el resultado de la consulta y no sobre otra cosa. Para Rubalcaba el único acuerdo posible es el que corresponde a los partidos mayoritarios, PP y PSOE, y ese acuerdo es el que debería someterse a ratificación por los catalanes, un acuerdo de “mal menor”… ya se sabe: “mejor esto que nada”.
En eso Rubalcaba y Duran Lleida coincidieron. Fue el hombre de CiU en Madrid quien citó a Herrero de Miñon para, dirigiéndose a Rajoy, ofrecerle diferentes salidas constitucionales y proponerle que fuera él quien tomara la iniciativa, en vez de quedarse con un “no y punto”.
Sin duda, no fue una casualidad que Herrero de Miñon, ponente de la Constitución, dos días después del debate, en el Círculo de Economía de Barcelona, plantease que una disposición adicional en la Constitución “adhoc” para Catalunya sería perfectamente constitucional y recordó como se había utilizado  esa fórmula para que las comunidades autónomas de la “vía lenta” –como el País Valencià- accedieran más rápidamente a sus competencias o para el régimen foral navarro. La “tercera vía” no reconocería la soberanía de Catalunya como nación, pero blindaría competencias exclusivas o una mejora de la financiación. El problema para los constructores de las “terceras vías”, es que el PP se siente fuerte en la confrontación y no en el diálogo.
Inmobilismo o democracia
La reforma constitucional federal, que el PSOE ha tardado 36 años en plantear, sólo se ha esbozado para negar el derecho a decidir y, de momento, sólo ha conseguido dividir al PSC, que acabará siendo un partido menor en Catalunya, como pronostican todas las encuestas. Un federalismo que no reconozca la capacidad de los pueblos de unirse libremente, en realidad es “moneda falsa” para atacar a las izquierdas que sí propugnan que el federalismo debe basarse en la libertad y el consentimiento.
Por eso Rubalcaba lanzó un ataque furibundo hacia Izquierda Unida, desafiándola a defender el “derecho a decidir” de los catalanes en Puente Genil o Zamora. De nuevo el autoritarismo de Estado disfrazado de anticatalanismo, en versión PSOE.
Joan Coscubiela, en una réplica memorable, recordó tanto a Rajoy como Rubalcaba, que ellos sí se habían vendido la “soberanía nacional” a los mercados y la banca reformando el artículo 135 de la Constitución en una semana por imposición de Merkel y la Troika, naturalmente sin consultar a la ciudadanía sobre la cual descansa la “soberanía nacional”. Coscubiela, como antes Herrera, situó el debate en términos de derechos sociales y democracia. No en vano la involución democrática de España es proporcional al ataque a los derechos sociales, laborales y cívicos.
Rajoy, Rubalcaba y Rosa Díez–que apareció en el debate perdida y sólo pudo exigir más y más dureza contra los “sediciosos”, hasta encarcelarlos si fuera menester- utilizaron machaconamente el argumento de que el Parlament actúa unilateralmente, “ya han fijado fecha y pregunta”, cuando en realidad era una demostración que el proceso soberanista en Catalunya “va en serio” y el debate en el Congreso era para encontrar un punto de acuerdo.
Rajoy, Rubalcaba y Rosa Díez utilizaron la “táctica” de quienes están también interesados en confundir el método –la consulta- con uno de los resultados -la independencia-. Los tres espadas del inmovilismo dieron alas a quienes sólo quieren que se prohíba la consulta (y así evitarse la negociación con el Estado Español, sea cual sea el resultado de la Consulta) para ir hacía una declaración unilateral de independencia o unas elecciones anticipadas plebiscitarias sin consultar a los catalanes. Herrera y Coscubiela insistieron que nada puede sustituir la consulta, ni la movilización social para conseguirla. En política el orden de los factores sí altera el producto.
Inmobilismo o Democracia. Ese era el debate. Justo dónde lo situó la única fuerza estatal que voto a favor,  Izquierda Plural (IU, ICV-EUiA, CHA), y el resto de partidos que representan la plurinacionalidad del Estado: ERC, CiU, PNV, AMAIUR, BNG, Compromís, GBai, CC. No era un debate entre españoles y catalanes: muchos españoles son favorables a que se realice esa consulta y entienden que ni la Constitución puede ser una “cárcel”, ni se puede mantener a Catalunya a la fuerza en el seno de España.
¿Y ahora qué?
El debate en el Congreso de los Diputados no fue un simple “expediente administrativo”, un simple trámite obligado para mostrar ante Europa el “no” del Estado Español, como lo quisieron plantear  ERC y CiU.
La Consulta en Catalunya forma parte, tal vez la parte más avanzada, de los diferentes procesos de “ruptura democrática” que se están configurando y madurando en el Estado y que la Marcha por la Dignidad del 22 de marzo puso de relieve con su lema de “Pan, trabajo y libertad”, que podíamos leer en su manifiesto: “En 2014 nos encontramos ante una situación extremadamente difícil, una situación límite, de emergencia social, que nos convoca a dar una respuesta colectiva y masiva de la clase trabajadora, la ciudadanía y los pueblos.”.
Los 47 votos a favor del “sí” son aliados, incluidos los votos de Izquierda Unida, la única fuerza estatal que defendió la consulta en Catalunya como parte de los procesos que, como el 22 de marzo, son la denuncia de centenares de miles contra unas leyes y una Constitución que ha convertido la deuda en miseria, el derecho al trabajo, a la vivienda, a una vida digna en una pura mercancía que está empobreciendo a millones para enriquecer, aún más, a unos pocos.
Encontrar espacios de alianza entre los procesos de ruptura con el Régimen, sus élites económicas y sus partidos, debería ser una de las conclusiones, tanto para el movimiento popular por el “derecho a decidir” en Catalunya como para las clases populares a las que se niega el derecho a decidir sobre las políticas impuestas por el Régimen, y de las cuales CiU es tan fiel seguidor.
Rupturas democráticas
La voluntad de ejercer el derecho a decidir no va a desaparecer por el resultado de esa votación. Y esa voluntad está por encima de lo quieran, piensen o decidan los partidos. Esa sociedad movilizada no quiere que Rajoy o Rubalcaba digan que “aman Catalunya”, quiere que simplemente se la respete, quiere decidir y que no decidan por ella.

Esa mayoría movilizada, la fuerza de la gente, es la auténtica protagonista de lo que está pasando, no lo que se votó en el Congreso. Como señaló el escritor gallego Suso del Toto: “El poder votar en esa consulta no es una reclamación de esos partidos que acudieron a las Cortes, ni siquiera es una reclamación nacionalista, es una reclamación cívica. Quieren que se celebre esa consulta los partidarios de una solución y los partidarios de otra, hasta quienes no desearon en su día que se plantease la consulta saben que ahora es necesario poder votar. Ninguna sociedad puede aceptar que se la ahogue o que la encierren. Cuando dicen “la Constitución lo impide” reconocen que la Constitución es un obstáculo para solucionar los problemas. A estas alturas ya da igual lo que ya no tiene remedio: no tiene remedio que el Tribunal Constitucional anulase partes del Estatuto catalán que tenían importancia capital; y no tiene remedio esa votación que afirma que la Constitución es una cárcel para una parte de la ciudadanía. Por cierto, también lo es para buena parte de la ciudadanía que no vive en Catalunya.”
¿Y ahora qué? El Parlament seguirá elaborando la Ley de Consultas, para darle cobertura legal y cuando esté aprobada –a mediados de septiembre- se convocará la consulta el 9 de noviembre, que todo indica que será impugnada por el Gobierno ante el Tribunal Constitucional. A partir de ahí volveremos a transitar en terreno desconocido.
Difícilmente el gobierno de Mas llevará el enfrentamiento hasta romper con la legalidad –CiU es un partido de orden- y veremos cómo conjuga su voluntad de agotar la legislatura al máximo (noviembre de 2016) con la promesa de hacer unas elecciones en forma de plebiscitarias que, a posteriori, legitimasen una Declaración Unilateral de Independencia.
Otro escenario es la suspensión de la autonomía y la Generalitat por el artículo 155 de la Constitución. Las consecuencias serían imprevisibles. Por eso, si se suspende la consulta, posiblemente el siguiente movimiento sería tras las elecciones de marzo de 2015, con el horizonte de una pérdida de la mayoría absoluta del PP y un Congreso de los Diputados donde los partidos del Régimen hayan perdido una parte importante de escaños.  Eso daría un mayor margen de maniobra para acordar la Consulta.
Antes tendremos las elecciones europeas, las movilizaciones en los municipios hasta el próximo 11 de septembre, con otra gran manifestación convocada por l'Assemblea Nacional de Catalunya (ANC), entre la Diagonal y la Gran Via de Barcelona que, tras el éxito de la Via Catalana hace un año, mostrará el grado de movilización popular a favor de ejercer el Derecho a Decidir.
La votación en el Congreso de los Diputados no será el punto y final que PP y PSOE querían. El escenario sigue evolucionando hacia una ruptura (o varias rupturas consecutivas y tal vez no sólo en Catalunya) entre la legalidad del régimen monárquico y la legitimidad de la movilización popular y la declaración de soberanía del Parlament de Catalunya.
Sin esa ruptura, sin encontrar apoyos y alianzas en el Estado con los sectores que luchan también por esa ruptura con el Régimen, como hemos analizado antes, difícilmente Catalunya podrá hacer la consulta. Es la misma ruptura con el Régimen necesaria para re-conquistar la soberanía nacional perdida por la sumisión de los gobiernos del PSOE y el PP a la banca y la troika, reconquistar los derechos sociales y el derecho a una vida digna que llevaron a centenares de miles a manifestarse en Madrid el pasado 22 de marzo contra el gobierno Rajoy.
El 9 de noviembre debe ser en España también un día en defensa de los derechos democráticos y sociales: las clases populares en España tienen mucho más que ganar apoyando la consulta en Catalunya que quedándose pasivas, al margen o, peor aún, sucumbiendo al nacionalismo español, que a fin de cuentas sólo tiene interés en mantener el Régimen de la Monarquia como lo que és: un sistema de explotación de clase.
Y ello hace imprescindible la unidad en Catalunya entre federalistas, soberanistas y independentistas, e implica incorporar a la lucha por ejercer el derecho a decidir al máximo de sectores y demandas sociales como han hecho recientemente CC.OO, UGT o la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona.


                 
Article publicat el dia 13 d'abril, pocs dies desprès de la votació a les Corts Generals sobre la Consulta a Catalunya, a la revista SinPermiso http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=6849   

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